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Bruce observa desde su jeep lunar la montaña de regolita que ha extraído
Lina 3, una de las excavadoras automáticas que dirige por control remoto. Lleva
casi un año trabajando en la colonia y conoce de la importancia vital que tienen esas
pirámides de minerales y fragmentos rocosos.
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La regolita es el manto de polvo que recubre la superficie de
la Luna. Su espesor varía entre 3 y 12 metros. Contiene dióxido de silicio, óxido de aluminio,
óxido de hierro, de magnesio, etc. De él se está extrayendo
el oxígeno y el agua necesarios para la vida en la colonia. Los empleados de
LUNOX (o Lunar Oxigene, así es como se denomina a la empresa
responsable de semejante misión) son quizá los únicos habitantes
de la comunidad que no efectúan una labor científica.
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Las dos plantas generadoras de oxígeno y agua
deben mantener unos niveles de producción suficientes para al menos garantizar
las reservas de una semana. La regolita se calienta en unos hornos solares para
extraer monóxido de carbono e hidrógeno, que son llevados a un reactor,
donde reaccionan y producen metano y vapor de agua. Parte del vapor de agua se enfría,
y parte se envía al módulo electrolítico solar. Allí, la
electrolisis del agua genera oxígeno (y también hidrógeno).
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Unos extensos paneles solares alimentan de energía a las dos plantas. El ordenador
central controla y cuida de que todo funcione correctamente, y las medidas de seguridad son
impresionantes (algo similar podemos decir también de la central nuclear lunar, totalmente
automatizada). Bruce sólo debe preocuparse de que las plantas generadoras
no se queden sin regolita, y mantener permanente contacto con el ordenador central.
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